El caserío y la finca Daimuz Bajo, en el valle de Valderrubio pero perteneciente al municipio de Pinos Puente, están ligados a Federico García Lorca por dos hechos aparentemente contradictorios: por un lado, fue el lugar donde se produjo el enriquecimiento definitivo de su padre y, por otro, el territorio casi sagrado donde se produjo el “primer asombro artístico” que movió al futuro poeta y donde se desplegó su juvenil sensibilidad creativa.
Allí, en ese entorno idílico poblado de frondosas alamedas, el poeta pasó los mejores años de su infancia y juventud: entre sus alamedas y junto a las fuentes y riberas del río ensayó sus primeros intentos poéticos que luego formarían parte de volúmenes como Libro de poemas, canciones y suites y, pasado el tiempo, en otras obras de madurez como Diván del Tamarit, y en obras dramáticas como Bodas de sangre o La casa de Bernarda Alba.
Daimuz (“caserío de la cueva” según la derivación árabe) está formado por tierras de cultivo situadas cerca de la confluencia del río Cubillas y la Acequia Grande que se extienden alrededor del caserío y más allá. El edificio, que ha sufrido numerosas transformaciones, consta de un patio de unos 400 metros cuadrados que aún conserva restos industriales de su último uso para la elaboración de tabaco. La finca, situada en la carretera de Láchar, a sólo dos kilómetros de Valderrubio, y a la que se accede por un carril tras pasar una rambla, fue adquirida por Don Federico García Rodríguez en 1895. En la actualidad, la finca, que pertenece al municipio de Pinos Puente, ocupa sólo 16 hectáreas de terreno de cultivo y su futuro prevé un uso más cultural que agrícola y puede visitarse a bordo de un tren turístico fletado por el Ayuntamiento.
Café de la calle
ESTE RESTAURANTE ESTÁ CERRADO Reseña del restaurante Lorca:Lorca parece encarnar el espíritu de dos restaurantes. Uno es pintoresco y encantador, inspirándose en su venerable barrio latino. El otro es atrevido y precoz, atrayendo a los locales a su gran zona de bar para las noches de música en directo y platos de tapas. Siéntese en un taburete, contemple la cultura de la acera que se despliega tras el ventanal y disfrute de unas tapas. Los clásicos como el queso manchego, la tortilla española, el jamón serrano y el cerdo asado son imprescindibles. El menú de la cena pone de manifiesto la complejidad de la cocina. Los brillantes pimientos del piquillo rellenos de arroz español, pollo y gambas descansan sobre una salsa de azafrán de color amarillo pálido con aroma a especias. Una sopa de alubias blancas al estilo gallego cargada de chorizo y verduras frescas brilla con sabor. El bistec de costilla se deleita bajo una vibrante salsa Crismona con cebolletas. El restaurante, bañado en rojo sangre de toro y salpicado de cuadros, sigue luchando por mantenerse firme, pero las lecturas de poesía semanales y la música en vivo deberían mantener el lugar animado.
Café oolala
Detalles del producto Un tinto de cuerpo medio con aromas y sabores a bayas oscuras, pimienta negra y nuez. Sólo un toque de vainilla y madera lo hace interesante. Se puede beber ahora. Puntuación – 91. (jamessuckling.com, 2 de noviembre de 2020) Leer másLeer menos Más Detalles del producto Un tinto de cuerpo medio con aromas y sabores a bayas oscuras, pimienta negra y nuez. Sólo un toque de vainilla y madera lo hace interesante. Se puede beber ahora. Puntuación – 91. (jamessuckling.com, 2 de noviembre de 2020) Leer másLeer menosMás detalles
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Café Lora
El menú del día tiene un precio de 11 euros, si no recuerdo mal y la comida estaba igual de buena. También comimos a la carta con un amigo de la chuleta, elegimos una botella de vino más cara y preciosa y nos salió por 85 euros para los tres, pero elegimos lo más caro y cada bocado fue un placer.
Pésima organización. Teníamos reserva en viernes santo, y al llegar nos dijeron que no estaba apuntada. A la hora del servicio, los camareros salían con la bandeja sin saber a qué mesa ir, y tardaban en servir. Y no hablo de unos minutos, cuando pedimos los cafés tardaron en llegar 25 minutos de reloj.